lunes, 5 de mayo de 2008

Juzgamos y condenamos (2ª parte)

[La primera parte está justo debajo de ésta.]

Ahora bien, todos nosotros sabemos ésto. Todos sabemos que los defectos de los demás son pajas en el ojo, y nosotros tenemos una viga. Y, sin embargo, juzgamos. ¿Por qué? Yo creo que es ya por vicio, sin más. ¿Y cómo quitarnos esa adicción horrible? Os doy tres ejercicios mentales que a mí me sirven:

-¿Y TÚ QUÉ SABES? Cuando tengas la tentación de juzgar a alguien, pregúntate eso a ti mismo. ¿Y tú qué sabes de esa persona? ¿Conoces su vida? ¿Sabes lo que guarda en su corazón y su memoria? La respuesta es no. Porque no se puede conocer a otra persona más que a cierto nivel, y nunca se puede saber todo de ella. Esa persona, que actúa así o asao, puede estar actuando de esa forma por un millón de circunstancias que tú no sabes. Así, tú puedes estar condenando como persona aberrante a un violador que se comporta así porque su padre abusó de él, por poner un ejemplo. ¡Podrías estar condenando a alguien a quien Dios exculpa! Así, como no sabes, mejor cállate.

-JUEGA A SER BIENPENSADO. Es la segunda parte del ejercicio anterior. Cuando alguien haga algo escandaloso, juega a imaginar por qué lo ha hecho, pero las circunstancias que imagines deberán exculparlo. El dicho dice "piensa mal y acertarás", pero un cristiano dice "piensa bien y serás misericordioso, ¿de qué te sirve acertar?".

-RECUERDA QUE TÚ ERES PEOR. Ante la tentación de juzgar, recuerda el pecado que más te avergüence, y piensa que tú no eres mejor que esa persona. Recuerda aquéllo que te costó decir en confesión, que le has ocultado a todo el mundo. Verás como logras disculpar al otro. A mí me gusta repetirme que soy el peor hombre que hay sobre la faz de la Tierra. Lo saqué del padre Pío, y el padre Pío es santo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Lukas. Leyendo tu escrito me ha venido a la mente un tipo de juicio que hacemos con mucha frecuencia, y yo con asidua frecuencia, aunque no quisiera hacerlo. Se trata de que tendemos con facilidad a condenar aquellas actitudes reprobables d elos demás que nosotros mismos padecemos. Ciertamente soy proclive al juicio, es una actitud que se da mucho en el hombre y no tiene nada de humana, ¿falta de virtud, tal vez?

Opusprima

Ciudadano de Sión dijo...

Yo creo, Opsuprima, que de hecho solo juzgamos o porque nosotros tenemos el defecto que criticamos o porque la acción del otro es muuuy escandalosa (como la del pobre hombre de Austria)... Todos o casi todos juzgamos, y la cosa es que la mayoria de veces que lo hacemos, el defecto juzgado lo tenemos nosotros. Como dice el proverbio inglés: "Recuerda que cuando señalas a alguien los otros cuatro dedos de tu mano te señalan a ti".

El motivo del juicio, la verdad, no sé si es la falta de virtud... yo diría que es lo mismo que hizo caer a Adán y Eva: la soberbia, el creernos mejores que Dios, el abandonar nuestra condicion de criaturas miserables para jugar a ser dioses. Pero esto subyace, o sea, es un motivo primario que se esconde tras todos los motivos del juicio.

Un saludo, Opusprima. Nos leemos.