lunes, 14 de enero de 2008

Yo que tú...

Es una frase que hay en una canción de un conocido cantante que, curiosamente, no es cristiano:
"Yo que tú acepto a Jesucristo y me pongo el emblema".
El por qué un cantante que no es para nada cristiano canta una canción donde se dice eso es algo que no viene al caso, aunque hay que reconocer que es extraño. Lo que viene al caso es que la frase ésa me dio mucho que pensar.

Reflexionando, me di cuenta de una gran verdad: el cristianismo ha de ser emblemático. No sólo hay que ser cristiano, sino además hay que parecerlo. Y "publicitarlo", "pasar apercibidos" en nuestro día a día. Es un mandato de JC, de nuestro Dios admirable, que hagamos discípulos a todas las gentes, y no podemos hacerlo si nos camuflamos. Hemos de ser banderas bien altas, hemos de decirlo, y decirlo con orgullo. Y, por supuesto, dar ejemplo.

Siguiendo esto, una de las cosas que he hecho (no es que sea muy importante, pero es curioso) es ponerme una cruz (bueno, un rosario) al cuello. Es un emblema físico, que me recuerda que yo he de ser un emblema vivo. Mola porque brilla en la oscuridad, haciéndome ver que yo también he de brillar en lo oscuro, para ser luz de los que andan en "tinieblas y sombras de muerte". Pero, cuando lleva mucho tiempo sin darle la luz, se apaga. Igual es impresión mía, pero parece ser que si no le da la luz, no puede brillar luego. Y aunque sea algo subjetivo y no real, prefiero pensarlo así, porque me recuerda que si no me pongo en oración ante la luz del Padre, Hijo y Espíritu Santo, no podré brillar yo luego. Para guiar a personas hacia la luz he de llenarme hasta casi estallar de ella. "Ponerse el emblema" es "ser el emblema". Y quiera Dios que me parezca algún día a mi rosario.

Y a vosotros os digo: ¿habéis aceptado ya a Jesucristo? Y, si lo habéis hecho, ¿a qué esperáis para "poneros el emblema"?

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