jueves, 12 de junio de 2008

María, refugio de los pecadores

La adoración o latría a Cristo es el deber primordial de todo cristiano. Sin embargo, junto a ésto, como cristianos debemos profesar veneración (dulía) por nuestros hermanos que ya ven la gloria de Dios, los santos, y una muy especial veneración a nuestra Madre del Cielo, María, por quien profesamos suprema veneración (hiperdulía, superior a la dulía y por debajo de la latría). Ningún cristiano puede vivir correctamente el cristianismo sin venerar a María, por dos motivos: el primero es porque Cristo nos la dio como Madre y debemos imitar al apóstol san Juan y "acogerla en nuestra casa".

El segundo motivo es por la dualidad de Cristo: por un lado es hombre, y como tal es muy cercano a nosotros, y no debemos tener miedo a estar con Él. Debemos tener confianza y cariño con nuestro salvador, ya que Él nos conoce y conoce nuestras debilidades. La imagen suprema de la confianza y acercamiento a Cristo es san Juan en la Última Cena, recostado contra su pecho. Sin embargo, Dios es inmenso e infinito, su majestad no tiene comparación con nada y su mismo Amor es como un fuego que deslumbra y que puede consumir. San Juan, el mismo que se apoyó en el pecho de Cristo, cae rostro en tierra cuando le ve en majestad en el Apocalipsis. Cristo es Dios, y aunque se nos ha dado como mediador entre la infinitud del Padre y la pequeñez de los hombres, incluso Él es DEMASIADO GRANDE, y para el Mediador necesitamos otro mediador, si queremos hacer justicia a su Majestad. Y ahí es donde entra María. María es el refugio de los pecadores, la santísima humana que nos acoje y nos presenta a su hijo Jesucristo para que éste a su vez medie por nosotros. Si hay alguien sencillo y humilde, ésa es María. A ella sí que nunca tendremos miedo de acercarnos.

Podemos pensar que para qué tantos pasos, de María a Jesús y de Jesús al Padre... vamos directamente a Jesús y ya está, ¿no? Cuidado: eso puede ser orgullo. Recordemos que somos pecadores, y todo lo que hagamos para manifestar nuestra pequeñez no sólo será correcto, sino que agradará a Cristo. Jesús, que nos ama y media por nosotros, quiere que nos acerquemos a Él sin vanidad ni pretensión, y el hacerlo a través de su Madre nos ayuda a ésto. Ir a Jesús por María es agradar a Jesús, en definitiva. Porque es refugiarse en el Refugio de Pecadores, y eso significa reconocer que uno es pecador y que sólo la misericordia de Dios le salvará.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos Lukas.

No hay mejor camino para llegar a Cristo que de la mano de María, su madre, la joya de Dios, y madre de todos.

Ciudadano de Sión dijo...

Exactamente.

Gracias por comentar. Un saludo, Opusprima.