sábado, 7 de junio de 2008

Lucas 3:16 (2ª parte)

En una interpretación más profunda que NO EXCLUYE a la de la 1ª parte, situada debajo de ésta, vemos cómo san Juan anuncia la era en que el símbolo y el ritual pasan a una realidad mucho mayor. Él bautizaba de forma simbólica, pero el bautismo en Espíritu y fuego es completa y dramáticamente REAL. San Juan está anunciando la era del sacramento, y el final de la era del símbolo. Esta nueva era de realidades no simbólicas empezará en Pentecostés: ahí descenderá sobre los apóstoles el Espíritu Santo, el fuego en forma de lenguas y el amor de Dios ("El Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado"), fuego en sentido figurado (al Amor de Dios se le llama "fuego devorador").
Los judíos valoraban muchísimo los símbolos, pero san Juan les anuncia que serán bautizados en el espíritu de Dios y en su amor. Es decir, a partir de Jesús no habrá símbolos, sino la verdadera recepción de las realidades espirituales. No será sólo agua sobre la cabeza, sino el descenso del espíritu y del amor de Dios sobre el creyente, sobre mí y sobre ti.
Creo importante señalar que san Juan no predica que los símbolos se acabarán, ésto lo habría dicho más claramente. Lo que dice es que vendrá una época en que, aunque haya símbolos, la adoración y fidelidad a Dios se sustentará en REALIDADES PLENAS. Y esta profecía se cumple: en el Bautismo REALMENTE nos convertimos en hijos de Dios, en la Eucaristía recibimos EN VERDAD a Cristo, y así los siete pilares sacramentales.

Es importante añadir algo más aún: gracias al Bautismo no-simbólico de Jesucristo, los cristianos no son los tipos que se han mojado la cabeza. El cristiano es el que vive en Espíritu y amor de Dios. Por lo tanto, como cristianos que somos, aprendamos a andar en Espíritu y Amor, y tratemos de inflamar a los demás transmitiéndoles ésto que hemos recibido. Recordemos que "charitas Christi urget nos", el amor de Cristo nos apremia. Nos apremia porque el Espíritu que hemos recibido busca extenderse a nuestros hermanos. Es nuestra obligación transmitir con alegría que vivimos en Espíritu y alentados por el Amor de Dios. El "fuego" con que fuimos bautizados busca ser un incendio. Que nos dé Dios el valor de abrasar la tierra entera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena reflexión, Lukas.

Quisiera incidir en que el Bautismo es el sacramento que no ofrece duda entre las diferentes denominaciones. Ortodoxos, católico-romanos, anglicanos, etc... todos se reconocen el sacramento del bautismo mutuamente.

Tanto es así que yo, bautizado en una parroquia católica española, no tuve que volver a bautizarme para entrar en la ortodoxia. Mi bautismo era válido para ellos, y a la inversa también es así.

Es lo que permite que yo te llame cristiano, con toda seguridad, y tú a mí. Es lo que nos une.

Y me alegra, porque a mi me gustaría que nos salvásemos todos (incluso toda la humanidad) y saber que ese incomparable sacramento nos "valida" a todos los cristianos, me hace tener la esperanza de que las diferencias entre denominaciones sean nimedades que no afecten finalmente a la salvación y disfrute del Reino de Dios de todos nosotros.

En Oriente rezamos por la Apocatástasis, la recapitulación de Toda la obra en Dios. Toda, todita, toda... Es decir, la salvación final de todos. Ya sé que eso no es seguro... pero es una oración muy noble como te dije en otra ocasión.

pd: Me alegra que me hayas linkado, yo he tardado un poco más en linkarte porque aún estoy aprendiendo cómo diantres funciona mi nuevo blog... (el viejo era bastante distinto). En fin, ya he aprendido, y os he linkado a tí y a Opusprima. Faltaría más.

Un abrazo.

Ciudadano de Sión dijo...

Gracias, Spektro, por el comentario y por linkarme en tu blog. Nos leemos.

Lukas Romero