Las blancas cordilleras que creyeron que todo era mentira… ellas murieron con el primer verso del mundo.
Pero hoy han resucitado. Y relucen con luz nueva, desafiando a la oscuridad negra, macabra.
Pero hoy han resucitado. Y relucen con luz nueva, desafiando a la oscuridad negra, macabra.
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La bandada se marcha. Y yo vuelo con ella. Batimos nuestras alas de poesía, y nos acompaña un canto irreal, extraño.
(De una voz potente, irreconocible, cálida. Que viene y se va. Y se prende.)
(De una voz potente, irreconocible, cálida. Que viene y se va. Y se prende.)
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Rojo era todo. Roja la ciudad y rojo el páramo. Sólo el camino de sal escapaba a aquella muerte. Tal vez por eso era camino de salvación, derrota de todo mapa o sufrimiento.
(Ellos no lo saben. Porque si lo supieran, dejarían todo, todo, y se pondrían a caminar…)
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La libertad cae sobre mí. Velo de besos enardecidos, brillo semifelino en la noche, ella destruye fieramente el negro tapiz de mis pecados.
¡Oh corta, rasga, rompe; libertad! ¡Que sangrar no es nada comparado con este peso! ¡Que prefiero tu dolor a este mundo de desiertos! ¡Corta, corta, corta!
¡Oh corta, rasga, rompe; libertad! ¡Que sangrar no es nada comparado con este peso! ¡Que prefiero tu dolor a este mundo de desiertos! ¡Corta, corta, corta!
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