Hay quien argumenta contra esta postura [expuesta en la 1ª parte del artículo] diciendo que "Cristo bailaba en las bodas de Caná, y no se pasó toda su vida diciendo sermones de la montaña" o incluso "Cristo pasó 30 años no haciendo nada doctrinal, y luego salió a predicar.". Una vez más, estoy de acuerdo, y sé que el esparcimiento y la diversión y celebración también son parte de la vida, inclusive la de un cristiano. Pero insisto en lo de que primero va Dios. Porque la gente que argumenta lo anteriormente expuesto es gente que
a.- argumenta con lo que la Biblia NO DICE de Cristo, y no se preocupa en saber qué es lo que SÍ DICE; suele ser gente de poca formación bíblica y litúrgica, y no porque no haya tenido acceso a ella, sino porque no quieren saber (en muchos casos). Y muchas veces, cuando le demuestras con la palabra de Dios que Dios pide más entrega, más corazón del que ellos ponen; hacen o dicen cualquier cosa para decir que no tienes razón, hasta llegar a decir que "ésa es tu opinión". ¿Y cómo ha de ser MI opinión si es Dios mismo quien lo dice (dado que estoy argumentando con su Palabra, con la Biblia)?
b.- además, si observas en la práctica a esa gente que defiende lo de que el cristianismo tiene "momentos de Caná" y "momentos de Sermón de la montaña", ves que en la práctica, hacen lo posible por vivir en un continuo Caná y reducen su "momento Sermón" a su escueta Misa dominical. O sea que realmente la argumentación es una forma de hacer encajar su inconsistencia en un nada inconsistente (por mucho que ellos se empeñen) cristianismo.
Pero no hay que juzgar, sino que amar. Aunque amar a alguien no debe impedirnos decirle que está en un error, menos cuando es un error que tanto importa a su felicidad como éste de que hemos hablado. Recemos por él con Fe para que vea la Luz, la Luz que hace abandonar todo para seguirla y de la que es agradable y necesario hablar, como dice Pedro en Hechos: "no podemos sino hablar de lo que hemos visto y oído". Y recordad: enamorémonos de Cristo, démosle todo, amémosle como nuestro pobre corazón nos permita, y siempre al máximo de nuestras fuerzas. Y si en conciencia sabemos que lo hacemos así, ¡hablemos tranquilamente de ropa, música o chicos!
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