A veces me ayuda recordarme estas tres características del diablo para superar las tentaciones. Por ese motivo, voy a poneros lo que me obligo a pensar de él cuando me tienta, por si también os ayuda.
-Me odia a muerte. No es simplemente una "mala compañía", tal y como la entendemos hoy: no es un amigo gracioso pero gamberro con el que es mejor no estar porque, aunque te lo pasas bien con él, puedes acabar mal. El diablo no busca mi bien, en ningún sentido; me odia con todas sus fuerzas y quiere que yo sufra tanto como esté en su mano. Y para hacerlo hará lo indecible por apartarme de la verdad.
-No quiere satisfacerme. Cuando Satán me ofrece placeres desordenados (sean físicos o espirituales, no estoy hablando de pecados concretos) lo hace para destruirme. Pero al diablo no le gusta el placer, y si pudiese hacerme pecar sin darme placer lo haría. El placer lo creó Dios, "y vio que era bueno". Lucifer lo usa como reclamo para atraer incautos, pero él lo detesta, como detesta todo lo que hizo Dios (incluído él mismo).
-El diablo es un traidor. Hace como que es mi amigo al tentarme, pero una vez he caído se dedica a burlarse de mí y a echarme en cara y hacerme sufrir por mi falta, intentado convencerme de que soy escoria. Él es el que se presenta ante Dios en el juicio de cada alma y, señalándola, la acusa de todos los pecados que él mismo le hizo cometer. Es el maestro del juego sucio.
Cuando todas estas cosas han pasado por mi cabeza, y le veo tal cual es, me encomiendo a la virgen (Luzbel está bajo sus pies), a san Benito ("Vade retro, Satanás") y me río en su cara (cosa que odia porque es un orgulloso). Y con estas tres armas he conseguido varias buenas victorias, os lo puedo asegurar. No es que nunca caiga... pero sigo de pie.
jueves, 10 de abril de 2008
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5 comentarios:
No me gusta escribir sobre el diablo, porque me parece que es darle un protagonismo que no merece. Este blog es sobre Dios, Jesús, el Paráclito, la virgen... He publicado esto sobre el diablo por ser éste su enemigo, pero el tema no da para más. No vaya a ser que aparezca demasiado, no vaya a ser que le acabe gustando.
Realmente es importante tener presente la real presencia del diablo para evitarlo. San Josemaría tiene una cita que dice: "Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: "llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!" (Surco, nº344).
Es otra manera de evitar el diablo, tener en todo momento presencia del Señor, en el caso de la cita, Roma, el seno de la Iglesia, la cátedra de Pedro, rezando por el Santo padre y obedeciéndolo.
Opusprima.
Me gusta la cita, me gusta mucho. Y también el hecho de que cites a s. Josemaría, del que soy admirador. Y por supuesto que hay formas múltiples de combatir las tentaciones; yo he puesto las que a mí más me funcionan, pero cada estratega hace la estrategia a su manera.
Dios te bendiga, Opus prima. Muchísimas gracias por comentar.
Tres consideraciones que son reales. "ese" es un ser que aglomera toda la maldad e intenta infectarnos de ella. Lo peor es que nos mira con el mayor desprecio... fue el primero entre los ángeles. Conoce mejor que nadie la Verdad y vive apartado de ella: ése es su fin y por ello lo impregna en nuestra sociedad "moderna", suya. Sabe que somos más delicados, que el Señor nos ama mucho más y eso le pone de los nervios. Somos de menor calidad, pero somos hijos de Dios. ¡Nunca comprenderá la Misericordia! ¡Nosotros sí que participamos de ella!, cada instante es motivo. Además, gozamos del total apoyo de Nuestra Señora, que nunca falla.
Lukas, no te rías de "ese". El padre Fortea dice que no hay que temerlo, odiarlo ó despreciarlo (tú parece que te burlas). Recuerda que es mucho más astuto y listo que nosotros. El espíritu está pronto, pero la carne es débil...
Sigue con el blog, ánimo.
Un abrazo,
Rafa
Gracias, Rafa. Y aunque sé que probablemente no lo hayas dicho por el artículo, sino en general, que sepas que no me burlo del diablo, en absoluto. Como decía el padre Pío: "Existe, y es muy astuto". No me voy a burlar de él. Ahora, que tampoco le pienso respetar, eso está claro.
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